¿Cómo prevenirlas?
Una caída se define como cualquier acontecimiento que precipite a una persona al suelo en contra de su voluntad. A consecuencia de una práctica deportiva, un evento cardiovascular, enfermedad vascular, entre otras causas. Estas representan uno de los problemas más importantes dentro de la población de adultos mayores por su alta frecuencia, por la mortalidad y la discapacidad que pueden ocasionar. La probabilidad de sufrir una caída se asocia con el aumento de la edad, siendo la causa principal de los accidentes en personas mayores de 75 años y convirtiéndose en la sexta causa de muerte en el adulto mayor. Lo más preocupante es que muchas de ellas son de repetición, lo que puede ser un signo o síntoma de alguna enfermedad de base y que aún no ha sido diagnosticada.
Las actividades de mayor riesgo de caídas en los ancianos ocurren al levantarse y acostarse en la cama, al levantarse y sentarse en la silla, así como al subir y bajar escaleras.
Se han identificado diversos factores de riesgo en relación a las caídas en los adultos mayores, que dependen de los cambios físicos de la persona. Entre dichos factores se encuentran los cambios propios del envejecimiento como son la disminución de la agudeza visual, el deterioro de la visión nocturna, de la percepción de colores y de la profundidad de objetos, la sordera, la marcha senil con pasos cortos, por menor flexoextensión de cadera, rodilla y tobillos. También se asocia la presencia de enfermedades agudas o crónicas como pueden ser enfermedades del sistema respiratorio (neumonías), las infecciones urinarias, cardiovasculares (síncopes), vértigos, demencias, enfermedad cerebro vascular, cuadros confusionales, enfermedades metabólicas (diabetes), polimedicación (se considera a partir del 4º fármaco riesgo alto de caídas). Los aspectos psicosociales como la depresión y la intranquilidad también constituyen riesgo.
No menos importantes son los factores relacionados con el entorno que rodea al anciano jugando un papel destacado las barreras arquitectónicas tanto en el domicilio como en la calle (baños mal adaptados, alfombras, suelos resbaladizos, mala iluminación, aceras con desniveles y en mal estado). El Transporte (movimientos bruscos, accesos inadecuados, tiempo corto de subida y bajada de viajeros).
En relación a la valoración y tratamiento fisioterapéutico, se insiste que debe realizarse por un médico especializado en la atención del adulto mayor. Debe ser un médico especialista en medicina física y rehabilitación o un gerontólogo, aunque se recomienda que la evaluación sea realizada por un equipo multidisciplinario de salud.
Es imprescindible, por parte del especialista, un detallado interrogatorio en el cual se preguntará acerca de enfermedades anteriores o presentes que puedan haber incidido en la caída. Debe comprobarse la existencia de discapacidad tanto física como mental, precisar el tipo de actividad que realiza habitualmente el anciano con el fin de identificar los posibles riesgos de una nueva caída y eliminarlos. En el examen físico se efectuará un análisis del equilibrio y de la marcha. Este análisis puede hacerse mediante escalas clínicas o por plataformas dinamométricas que indican cuál es el recorrido de su centro de gravedad realizando diferentes actividades de mantenimiento postural y de control y estabilidad.
El tratamiento rehabilitador en este tipo de accidentes debe de hacer especial hincapié en la prevención. Después de haberse realizado un diagnóstico en el cuál se han obtenido las causas desencadenantes del accidente, se debe establecer un plan de prevención concreto previniendo las causas intrínsecas o inherentes al paciente. Es conveniente cuidar con regularidad el estado de los pies, para asegurar una correcta base de sustentación. En este sentido se realizarán ejercicios de reeducación del equilibrio estático y dinámico, también de propiocepción y de desarrollo de los reflejos y las reacciones que rodean a las caídas. Al mismo tiempo se reeducará la marcha si es preciso con ayuda.
Asimismo, se le enseñará al paciente los pasos a seguir si cae y no puede levantarse. Algunas técnicas útiles consisten en girar de la posición en decúbito supino a la de decúbito prono, levantarse con las rodillas y las manos apoyadas (“en cuadripedia”) arrastrarse hasta alcanzar una superficie firme de donde sostenerse y tirar de ella para levantarse. Un entrenamiento sistemático de la marcha con ejercicios de equilibrio reduce considerablemente el riesgo y las consecuencias de las caídas.
Cabe subrayar la importancia de aumentar la actividad física general con un plan de ejercicios que estimulen una mayor fuerza y coordinación corporales.
Algunos de sus beneficios son los siguientes: 1. Mayor autoconfianza y sensación de bienestar. 2. Mejora de la estabilidad postural. 3. Fortalecimiento de los músculos de apoyo. 3. Mejora el equilibrio y la agilidad, evitando las caídas. 4. Previene las deformaciones. 5. Realizar actividades físicas hará que el calcio sea absorbido adecuadamente. 6. Alivio del dolor.
Para conseguir estos beneficios, el programa de gimnasia funcional en personas mayores debe cumplir con los siguientes principios: Realizar movimientos simples. El ejercicio debe ser variado, de carácter funcional y utilitario. Es necesario adaptarlo de forma progresiva al esfuerzo que puede realizar el paciente y siempre submáximo. Con períodos frecuentes de recuperación y de relajación, siendo la duración del trabajo efectivo un máximo de 30 a 45 minutos. Uso de accesorios variados y de un fondo musical relacionado con el tipo de actividad. Se ha de efectuar distanciado de las comidas.
Respecto al empleo de ayudas técnicas estas deben de estar bien adaptadas y que no ocasionen demasiada fatiga se deben indicar andadores o bastones adaptados a la patología.
Es fundamental por parte de todos los profesionales sanitarios relacionados con el adulto mayor realizar una educación preventiva, informando al anciano de las repercusiones de las caídas y cómo prevenirlas, además de a sus familiares y cuidadores. Es importante informar al paciente como adaptar su entorno y sus hábitos personales acorde a sus necesidades, para reducir así el riesgo de caídas.
Se recomienda contar con una buena iluminación del domicilio. Es aconsejable la instalación de luces nocturnas en el dormitorio, pasillos y cuarto de baño. Los suelos no deben ser irregulares ni deslizantes, con contraste de colores y sin desniveles. Se evitarán los cables eléctricos sobre el suelo en las zonas de paso, las alfombras deben estar firmemente sujetas al suelo, y no arrugadas. Los objetos deben estar al alcance del paciente y se puede utilizar una pinza de mango largo para recoger los objetos caídos. No se recomienda los interruptores de acceso difícil.
En el baño, se deberán colocar pasamanos para utilizar la bañera, la ducha o el inodoro. El inodoro debe estar elevado y la bañera provista de alfombra antideslizante. Es importante el aumento del grosor de los mangos de los instrumentos de tocador (cepillo de dientes, cepillo para el cabello). En la habitación, se recomienda utilizar camas bajas y anchas, así como al levantarse de la cama, que la persona permanezca unos minutos sentado en el borde antes de ponerse de pie. La cama puede incluso tener una cabecera que se levante o una escala para ayudar a incorporarse. No se deben dejar abiertas las puertas de los armarios y las mesitas de noche deben estar bien ancladas al suelo.
Es esencial también retirar los objetos del suelo para evitar tropiezos. Los consejos sobre el vestir son igualmente necesarios: evitar los pantalones del pijama demasiado largos, la ropa ha de ser simple, amplia y que se abroche por delante. Es recomendable un amplio uso del “velcro”, utilizar para ponerse los zapatos un calzador de mango ancho, los zapatos, han de tener suela antideslizante y de tacón bajo.
En la cocina, el asiento para comer ha de ser estable, para dar seguridad y se puede hacer uso de una mesa rodante que permita alcanzar los objetos y alimentos con mayor facilidad. Es recomendable el uso de ventosas y fijacacerolas para evitar que estos caigan. Si fuera necesario los mangos de los cubiertos se deberían engrosar para mejorar su agarre. En cuanto a las salidas: no se deben bajar ni subir escaleras de edificios que no tengan pasamanos a ambos lados para apoyarse, ni con peldaños altos. Tampoco utilizar escaleras sin descanso. El buen cuidado de los pies y la base de sustentación son también importantes, por eso se aconseja el uso de bastón o un andador para ayudarse a caminar. Por otro lado, hay que evitar salir cuando hay aglomeraciones. El contacto frecuente con miembros de la familia o amigos, la colocación de un teléfono que pueda alcanzarse desde el suelo, una alarma a control remoto o un dispositivo integrante de un sistema de respuesta a la emergencia fácil de llevar pueden disminuir la probabilidad de permanecer en el suelo durante un período prolongado después de una caída.
En resumen la incidencia de las caídas en la población anciana es mucho mayor que en el resto de la población. Los ancianos muchas veces lo aceptan como parte inevitable del envejecimiento y por ello con mucha frecuencia dejan de consultar al médico sobre este hecho. En Reangel Núcleo de medicina de rehabilitación contamos con médicos especialistas que de forma activa identifican2.- seni, cadentro de sus consultas aquellos pacientes con riesgo de sufrir caídas y con ello evitamos las consecuencias orgánicas y psicológicas que estas acarrean. Si eres adulto mayor, familiar o cuidador acércate a nuestra clínica e infórmate de los diferentes tratamientos que tenemos disponibles para apoyar a un adulto mayor que haya sufrido una caída y lo más importante, como prevenir las mismas.